Hace semanas, cuando conocí la polémica provocada por la aparición del programa koreano "Under15", me dio mucha risa mirar la hipocresía de los netizens koreanos y occidentales que tildaban de "explotación infantil" un proyecto que ofrecía a las participantes un foro para dar a conocer sus habilidades dancísticas y vocales.
Ya lo he mencionado en otros espacios: si se alarman de la edad a la que empiezan su carrera las Idols, ¿sabrán a qué edad empiezan, por ejemplo, las bailarinas de ballet o las gimnastas?
Envueltos por la histeria generada alrededor de la pedofilia, los netizens koreanos y occidentales creen que censurando y cancelando todos y cada uno de los espacios mediáticos en los que aparecen (y se sexualiza a) los menores se terminará con los pedófilos.
Los mismos criterios que aplican para justificar la reproducción de agenda LGTBQ+ en los medios masivos globales (estadounidenses, sobre todo) no aplican si se trata de la atracción por los menores (como si los menores no tuvieran una sexualidad propia y como si los pedófilos necesitaran de las representaciones mediáticas de los mismos para forjar su deseo sexual por ellos). He ahí la hipocresía social. He ahí la contradicción presente en la agenda woke.
Con todo esto, encontrar nuevas intérpretes que inician su carrera en el mundo Idol resulta sumamente satisfactorio. Más aún cuando ellas interpretan canciones pertenecientes al Hello! Project. Tal es el caso de Kokomin (presentada en la televisión korena como "Koko") y el grupo de chicas I chu cream (parónimo de la palabra inglesa "ice cream" pero con la onomatopeya "chu" que es el sonido de un beso):
A estas chicas las conocí gracias a sus seguidores que tan amablemente han subido los videos de sus presentaciones a Youtube. Y lo que me conquistó, además de su desempeño vocal, fue el ambiente creado por los seguidores presentes quienes coreaban sus nombres y hacían los diferentes koujo del wotagei.
Estos mismos seguidores a los que documentales basura como Tokyo Idols (2017) los han hecho quedar como pedófilos. Y es que debemos tener cuidado con los estereotipos: ni las mujeres fanáticas del kpop son tan descerebradas, apolíticas y consumistas como se piensa (lo han demostrado ya en varios momentos), ni los mayores de edad interesados en idols infantiles son depredadores sexuales en potencia. Existe toda una gama de conceptos, idearios, valores y desiciones detrás de todo esto en donde, más que la sexualidad, impera la ternura.


Resulta curioso observar cómo dos naciones vecinas pueden tener criterios tan diferentes respecto a la representación de las infancias en los medios masivos. Mi hipótesis de trabajo es que los koreanos del sur presentan una moralidad más morbosa no sólo respecto a la pedofilia sino al ejercicio de la sexualidad en general, debido no sólo a su tradición budista-taoísta sino a la herencia cristiana dejada por sus colonizadores.
Si bien, en los últimos tiempos, escándalos como el de la relación entre Kim Soo-Hyun and Kim Sae-Ron ha desatado la histeria en contra de la pedofilia entre los netizens de Korea del sur, me queda claro que no son una sociedad liberal y tolerante como pretenden hacernos creer en sus contenidos mediáticos.
El Japón contemporáneo no es tan diferente, por supuesto. Pero, a diferencia de Sudkorea, no se organizan campañas en redes para cancelar shows televisivos de Idols menores de 15 años.
Saludos.